sábado, 26 de abril de 2008

ANIMULA VAGULA BLANDULA

¿Quién no ha soñado con una biblioteca de Babel? Una torre que se eleve hasta el cielo y se pierda en las aguas de Caronte, en las profundidades dantescas del castillo siete veces hecho piedra. Horas interminables persiguiendo diccionarios para terminar, lápiz en mano, con una traducción más propia, viciada. Libro tras libro ir limpiando el polvo acumulado, producto de una mala ventilación. La peor parte para nosotros los alérgicos que, luego de estornudar unas cuantas veces, sólo alcanzaríamos a dar vuelta a la página; y diez páginas más tarde caeríamos deshidratados sobre algún estante, como hojas desprendidas de algún tomo enciclopédico. ¿Quién no se ha despertado del sueño para ir al baño a vomitar? Vomitar frases apenas desprendidas de la boca, frases obscenas, impúdicas.

Una de esas noches, luego de despertarme sin habla, sumido en un mutismo que rompía con el bullicio nocturno, busqué entre mis libros. Sí, tenía ganas de vomitar, quería desprenderme del cuerpo o de otras cosas perfectamente vomitables. Y allí estaba, con una ilustración de la Villa Adriana grabada en su carátula, ese animal que ha vivido al acecho, desde nuestro primer encuentro, a la espera de un nuevo enfrentamiento. Me quedo mirando el título largo rato: Memorias de Adriano. Y de golpe, todo un cajón lleno de historia, de memorias discutibles, de lirismos olvidados, me lanza de cabeza al libro, como si al asomarme por la ventana de un bus, diera con la suerte de un poste atravesado en el camino.

Leo como si fuera la primera vez. Derramo sobre la cama, en un descuido, el agua de un vaso. Poco más allá de la vigésima página, Adriano, el Científico, habla de la observación, del estudio de los hombres. Habla de él y suelta esas palabras como río de agua fría y turbulenta, esas palabras que se amontonan en el pecho y se escapan por los ojos sin medida alguna. Dice Adriano: “En cuanto a la observación de mí mismo, me obligo a ella aunque sólo sea para llegar a un acuerdo con ese individuo con quien me veré forzado a vivir hasta el fin, pero una familiaridad de casi sesenta años guarda todavía muchas posibilidades de error”

¿Quién ha podido llegar a un acuerdo? Todo cuanto Adriano ha logrado comprender con los años guarda en si mismo un error milimétrico. Error de la comprensión incompleta, de tener una verdad a medias. El ojo del emperador observa al esclavo; un buen emperador incluso observa lo que el esclavo ve, pero lo transforma, le da un nuevo sentido. El destino del imperio a manos de los arquitectos se refugia en la construcción de falsos castillos o de fuertes cimientos. El destino del imperio a manos de los esclavos se esconde en la bajeza servil o en la certeza de la libertad. El destino del imperio a manos de Adriano es el destino de su propio Yo, de su individualidad mutable; es el destino de la transfiguración.

Cuando la muerte está cerca – y siempre lo está – le preguntamos al alma: ¿dónde vivirás? En lugares lívidos, severos y desnudos y jamás volverás a animarme como antes. Y si la vida no pasa ante los ojos como dicen, corremos a inventarnos una: nos revelamos ante nosotros mismos toda esa naturaleza escondida en las comisuras del alma. Sí, Adriano me ha recordado nuevamente que la muerte ronda esta casa. Cierro el libro. Lo pongo sobre la mesa al lado de mi cama. Amo la soledad cuando estoy solo. Desespero la soledad cuando me veo, irremediablemente, en los brazos del individuo a quien estoy condenado. Desde mi rincón observo con cuidado, sin perder detalle. El Emperador es un buen observador, pero no todos los buenos observadores pueden reinar sobre el Imperio. Adriano es arquitecto, poeta y esclavo; es más que gobernante y tiene presente una verdad: natura déficit fortuna mutatur deus omnia cernit. La naturaleza nos traiciona, la fortuna cambia, un dios mira las cosas desde lo alto.

Cierro los ojos tratando de dormir. El insomnio vencido da paso al ensueño. Y de repente, otra vez, me despierto: ¿Cuánto tiempo he dormido? -¿Has estado despierto alguna vez?, dice una voz a mi oído. El nuevo día comienza.

1 comentarios:

tomás dijo...

Tan lindo como siempre te quiero mucho y te me cuidas mucho amo como escribes y sigue haciendolo todos los dias para que cojas un mejor estado fisico hahahahaha